Una noche en el bosque

De madrugada, una noche, como otras, plagada de sensaciones auditivas y visuales.
Pero fue mi rumbo, el que le dio, a la noche forma.

Salgo de un concierto, me separo de mis amigos con quienes había ido y como un buen falafel. Más tarde me encuentro con otro colega en su piso. El decide quedarse, no salir. Entonces sigo, camino solo bajo la lluvia, rumbo a una fiesta.

Llueve mucho, elijo un camino más largo, más lleno de galerías y techos, para evitar el agua.
Sigo sólo, como Tarzán en su bosque, de liana en liana. En pleno éxtasis imaginativo, la cruzo ella, la niña del tren.

Dudo, me detengo en mi rama, la sigo con la mirada, intento bajar a tierra y pensar. Estoy solo y ella también, son las dos de la mañana en Barcelona. La sigo unos metros más y continua sola, de dónde viene? Se detiene bajo un portal, sigue, luego busca refugio en una galería de la plaza Real y se apoya en una columna. Yo, a la distancia no se si acercarme o quedarme donde estoy.
Me balanceo y mi liana recobra movilidad. Me balanceo una vez más y me acerco a su lado.

Me mira, me reconoce, se sorprende. No puedo saber si para bien o mal. Siento que sigo balanceándome entre liana y liana. El bosque es hoy mi mejor refugio.
Me dice que está trabajando, entregando flyers de una disco. De la Paloma, una sala de baile de principio de siglo, vieja, con historia. Yo no la conozco. Hablamos, miramos la lluvia y me invita a tomar una caña. Ahí, ahí arriba, en un bar que da a la plaza, dice. Yo tampoco lo conozco, subimos y no dejo de marearme en la emoción de mi liana.

Como siempre delante de ella, como aquella tarde que la conocí en el tren, estoy tieso, no solo mi polla, sino también mi forma, soy feliz, pero no me relajo.
El mundo es nuestro tema de conversación y la identidad catalana, que en esta, mi nueva vida, ha reemplazado al de la identidad argentina. Acaso no éramos los argentinos los únicos en no saber cual es nuestra identidad?

La lluvia no para, ella no puede seguir trabajando, casi nadie camina en la calle, los flyers se secan en su bolso y su cuello no se deja ver por un chal negro que corona su rostro.

La luz de la luna se filtra en mi bosque y mi cara se ilumina cada vez que me lanzo entre las lianas. Me invita a la Paloma, porque tiene que terminar su trabajo. Yo no he ido nunca.

Caminamos y la lluvia nos impide seguir, el portal del Teatro Liceo es un buen refugio, sigo tratando de ser interesante, tal vez fumarme otro porro hubiera relajado mi cabeza. Bueno vamos, me dice, me balanceo y veo la siguiente liana, tomo más fuerza que lo habitual, el tramo es lejos, pero el salto puede ser maravilloso. En la Paloma, hoy hay un buen Dj y el lugar tiene halo. Me balanceo, mi rostro sonrojado mira a la luna y se ilumina, doy un giro en el aire, veo la próxima liana, sabiendo que será la mejor. Sueño en agarrarme de ella y poder mostrarle como atardece en mi cuarto. Va ser bueno que nos mojemos un poco, sino nadie me va a creer que estaba trabajando. Yo vuelo, me cuenta de como siente trabajar en la noche y yo vuelo. Me estiro, la liana se acerca y además mi novio también trabaja allí dice, y yo confundo una liana con un rayo de luz que se filtra en el bosque y mis abrazos se quedan vacíos. La luz de luna no sostiene mi cuerpo y me siento en caída libre.

La noche se sigue llenando de música y alcohol. Me levanto, me quito el barro de mis ropas, me duele una costilla, pero puedo seguir. Son las seis de la mañana y ha sido una noche inolvidable, estoy por trepar de nuevo a un árbol y me despido. Quiero que me respondas el mail que te escribí, repite. Yo me subo al árbol y me voy contento pensando en que le voy a escribir la próxima vez.

Barcelona, 2002